Análisis: Laboratorio de representación del paisaje
Módulo I - Sondeo
Inventario de Archivo

Este módulo parte del paisaje como medio de análisis 
provoca una primera aproximación critica a los 
instrumentos que permiten construir e intervenir el 
paisaje mismo.

El Inventario consiste en el levantamiento de datos, 
tanto digitales, como en archivo del caso de estudio 
para abordar las temáticas del paisaje como forma
urbana, el paisaje como el diseño del flujo del
tiempo, y como estrategia colonial de ocupación y 
como dispositivo decolonial de intervención.

Se estudia el embalse de Tominé a través de capas 
temáticas que generan cartografías de especulación 
rigurosa y una narrativa no lineal respecto a la 
investigación hecha. 

NARRATIVA NO LINEAL 
CASO DE ESTUDIO - EMBALSE DE TOMINÉ
GUIÓN


EL TEMPLO

Un tema poco evidente del paisaje alrededor de la infraestructura de los 
embalses, era cómo se entendía el recurso del agua antes de la colonización, 
esto trajo consigo la cuestión de cómo los muiscas entendían el agua, los 
antiguos pobladores de paisajes como el valle del Tominé. Para ellos, el flujo 
del agua y otros procesos naturales eran cíclicos, y no es extraño pensar en la 
naturaleza como un flujo cíclico, pero lo peculiar de ellos era su visión del 
agua como el templo.

Y esta visión sobrenatural se evidencia en su orfebrería, ya que estas 
artesanías revelan una iconografía del ciclo, y en la cartografía se imagina 
cómo podría representarse el agua como ese elemento principal del ciclo en 
medio del paisaje. Pero, el agua se encuentra también en otro macrocontexto, 
uno que está relacionado con las cordilleras de Colombia, porque, por 
ejemplo, el embalse de Tominé está amarrado a un transecto específico, y 
cada “templo” del agua en las cordilleras posee un relieve con unas 
condiciones minerales particulares. Y en este ejemplo, el artista Fernando 
Arias representa nuestras cordilleras como una cuenca de explotación minera, 
llena de joyas, pero que no le pertenecen a los colombianos, sino a los otros, 
quienes sacan provecho de este territorio. Entonces la topografía desde esta 
escala cuestiona si hay una apropiación y quizá un reconocimiento por este 
territorio sagrado.


EL EMBALSE

Y luego está la otra cara de la moneda, donde el agua es leída como embalse...
y al entenderse desde esta perspectiva, lo que ocurre es que se resignifica el 
paisaje más que todo por su potencial energético, minero y productivo. 
También, se produce en el paisaje una descomposición, o más bien, una 
corrosión por su desgaste natural y económico. Cuando visité el museo del oro, 
una de sus exhibiciones tenía unas bandejas metálicas, cada una más corroída 
que la otra, y la leyenda que las acompañaba decía que era objetivo del museo 
era restaurarlas para preservar ese patrimonio… Entonces esta cartografía 
cuestiona si el patrimonio se trata de preservar nuestra historia de esa corrosión, 
o es más bien trabajar con ella. Pero uno como arquitecto ¿cómo interviene en 
esa línea del tiempo que está destinada al deterioro?

LA PROYECCIÓN

Y es importante comprender la evolución del paisaje del templo al paisaje del 
embalse, ya que se hacen evidentes cicatrices como la re-construcción de 
Guatavita, y el deterioro mismo de la infraestructura física del embalse. Lo que 
pasa es que al cambiar la apariencia del templo muisca, se ha modificado su 
significado, y se ha modificado nuestro vínculo con este paisaje. De un 
territorio representado por la orfebrería, artesanal y sobrenatural, se pasó hacia 
la representación del paisaje como una mina de recursos. Este lugar, el lugar 
del templo muisca, se manifiesta en el río resignificado como un embalse, ¿Y 
qué pasaría si se plantea una cuenca que resignifique el embalse como un 
templo? En otras palabras, hacer la operación contraria. 

Así que ahora, el agua es el instrumento de intervención, que esculpe el paisaje 
como un orfebre lo haría, reparando la grieta para recuperar el valor de esta 
infraestructura en medio del paisaje, porque la idea no se trata de reemplazar, 
sino de intervenir, intervenir las abrasiones del lugar, y se trata también 
concebir el ciclo como una estrategia del paisaje, los ciclos entendidos como 
los flujos humanos y naturales. Es decir, el valor de la arquitectura está en el 
tiempo, en cómo se actúa como una herramienta de reparación histórico-
espacial y de sucesión en el paisaje.
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